Cuenta la leyenda que en algún momento del Virreinato un grupo de esclavos negros se amotinó de un buque español yéndose a refugiar en un lugar recóndito de la costa Oaxaqueña, encontrando el punto donde una laguna rompe con el mar y decidiendo que seguramente esa era la tierra prometida. La riqueza de manglar rojo,mezquite y nopal combinada con dos lagunas de agua salobre y dos playas vírgenes se me antoja definitivamente como un paraíso atemporal.
Será verdad o será un mito.
La realidad es que hay mucho de Africa en ésta pequeña aldea originalmente de pescadores y que hoy en día es destino turístico para grupos de intrépidos surfistas de variadas partes del mundo. Y digo “intrépidos” no tanto por las olas, que no son tan grandes, sino porque llegar ahí es toda una odisea no apta para turistas delicados.
Así que hace unos días me fui en busca de mi hija que decidió dejar atrás todos los convencionalismos hace ocho meses e irse a vivir en medio de la nada para experimentar la vida bajo otra perspectiva.
Volamos a Puerto Escondido desde la Ciudad de México, libramos un bloqueo de manifestantes y recorrimos hora y media de una carretera de doble sentido sin acotamiento para llegar a una brecha sin pavimentar por espacio de otra hora y media, de ahí dejamos el coche estacionado bajo el techo de palma de la humilde morada de Toñito, un amable lugareño que nos ofreció su lancha para trasladarnos a la isla de Chacahua por la módica suma de $100.00 por persona.
En no más de siete minutos llegamos a una playa rústica, recorrimos entre un laberinto de casas de palma y tabique, piso de tierra, algunos tinacos “rotoplas” esparcidos por aquí y por alla , la consabida población de gallos, gallinas y perros de pueblo hasta llegar adonde se supone vive mi criatura.
La encontré en lo más alto de una palmera de 10 metros, con botas de trabajo, asegurada con cuerdas y bajando cocos a golpe de machete con total determinación a pesar del calor de la hora.
Ya después de los emotivos y sudorosos abrazos nos llevó a un recorrido por su mundo, la pequeña aldea que ha ido construyendo con otras aventadas mujeres igual que ella que insatisfechas de la vida en la ciudad decidieron apostar por un estilo de vida mas natural y libre de todo prejuicio aunque también de comodidad…
Ahí estaba Adri, Lic. en Economía y Finanzas y que antes de irse a Chacahua trabajaba en la Cámara de Comercio Inglés en México, Estefi, empresaria quien consiguió el terreno donde viven actualmente y que rentan por alrededor de $9,000 al mes, nada barato, Gaby, otra profesionista que se hartó de la vida acelerada y superficial de la CDMX y Ale mi hija de 20 años, con apenas la preparatoria terminada y mucha ilusión de vivir el sueño que representa para ellas éste proyecto.
Su idea es hacer una comunidad autosustentable, ecológica, naturista, con total respeto al medio ambiente, ayudando en el camino a la alfabetización de los niños de la isla, muchos de los cuales trabajan desde los ocho o nueve años aportando a los ingresos familiares y dejando a un lado la escuela por supuesto.
Sus ingresos los consiguen a través de una choza sobre la misma playa donde hacen helados artesanales para vender a los turistas, licuados de frutas y café y alimentos orgánicos. Una vez a la semana hacen el recorrido hasta Puerto Escondido en un colectivo que les cobra $50.00 para abastecerse de los insumos necesarios. He de decir que en el tiempo que lleva allá no le he dado más de $5,000.00 así que creo que el ejercicio de independencia está funcionando.
Obviamente mi naturaleza burguesa y comodina entró en shock al ver la hamaca en la cocina donde duerme mi hija , sus manos y pies llenos de cortadas por el trabajo físico y también porque no hay forma de conservar las chanclas puestas, ya que si se dejan en cualquier parte son apropiadas por cualquiera al que le embonen.
Aunque normalmente no toma ningún tipo de medicina alópata me aceptó un desparasitante urgente por los retortijones y malestar, definitivamente el pozo de donde se surten de agua no se veía de fiar.
El rustico baño, con un tablón y cubeta desde donde dejan caer agua para bañarse. Eso si, su shampoo Paul Mitchell muy bien acomodado en un hueco de la pared. El techo del mismo lleno de pequeñas hileras de murciélagos que gustan de guarecerse ahí del calor durante el dia y de los que hay que proteger la comida en la cocina en grandes cajas herméticas de plástico. Hormigas, mosquitos al por mayor, cangrejos, garzas y águilas y también cerdos domésticos por ahí.
Incongruencias como un centro de juegos de video en una choza de palma, un cajero automático RED en medio de las palmeras, una cooperativa muy bien surtida y con bebidas que dejaron de circular hace algunos años como Lulús de grosella, y una población de extranjeros que por falta de dinero o entusiasmo se quedaron a vivir en la isla dando como resultado algunos vecinos con exóticas combinaciones de piel muy morena y ojos verdiazules.
Doña Lulú, quien se hace llamar a si misma la “diosa de la cumbia”, parece salida de una película de aldeas africanas y quien ofrece los mejores plátanos fritos que me he comido recubiertos con una mezcla internacional de leche condensada, nutella y chocochips.
Hay alrededor de 40 cabañas rústicas para pasar la noche, en las cuales te entregan tu bote de “Raid”, un rollo de papel de baño y una toalla que más parece un trapo de cocina , costo $500.00 la noche.
Traté de no moverme en la cama de sábanas ásperas y de no captar ninguna mancha u olor de orígen misterioso que me ahuyentara el sueño. Aunque dormir fué practicamente imposible ya que el ventilador de pared casi no funcionaba por la cantidad de mosquitos y mugre que tenía atorados. El calor era insoportable.
Por ahí escuché que hay otras cabañas a las que se llega por buggy o “razor” con aire acondicionado, super WIFI y hasta jacuzzi y son “carisimas” me dijo mi hija ($1500.00 la noche), la próxima vez que vaya seguro doy con ellas …
Pese a la rusticidad del lugar y lo paupérrimo de las condiciones no dejas de sentir que estás en un paraíso . Los atardeceres y amaneceres tienen esa magia especial de la costa.
La comida es bastante buena, barata y con un marcado toque casero. nada de excentricidades aqui.
La isla tiene su propio código de honor y “cuidan” a las mujeres a muerte, no se si por evolución, machismo exacerbado o simple conveniencia de no ahuyentar al turismo. Se rigen por usos y costumbres, no existe la policía como tal dentro de la isla pero todos se conocen y respetan a los líderes dentro de la comunidad. Ahí hay que actuar con tiento y mucha inteligencia hacia el entorno ya que son sumamente protectores de su espacio y bondades.
Me regresé orgullosa de mi hija, no cualquiera está dispuesta a vivir en esas condiciones por seguir un sueño y un ideal.
Me puse a pénsar en todos aquellos hijos que nos están dando una lección de vida muy fuerte a los padres de mi generación, que nos hacen pensar en lo que es verdaderamente importante en la vida, en dejar a un lado las cuestiones materiales en el afán de vivir con paz mental y siempre en congruencia con nuestros propios ideales.
Y que también nos hacen por supuesto trabajar en el desapego hacia ellos, ya que se requiere de mucha serenidad para “dejarlos ser” en lugares tan inhóspitos y lejanos definitivamente.
Bien por mi niña Ale, que su luz y determinación se mantengan intactas y que Dios la siga bendiciendo y protegiendo.